La gente basura esta fuera de mi vida y tu encabezas la fila
Como siempre dice Ilse "Para cabrón, cabrona y media!"
'Cause I need a place to talk with myself...
Dreams are renewable. No matter what our age or condition, there are still untapped possibilities within us and new beauty waiting to be born.
-Dale Turner-
Había encontrado (gangas del azar) al hipopótamo en la calle. Llovía desordenadamente y a la niña debió gustarle el brillo acharolado de aquel cachorro que era como una formidable cómoda holandesa, y con carantoñas y mimos, usando de señuelo el ramillete de flores que llevaba en la solapa, logró persuadir al perezoso e inmenso paquidermo para que la siguiera; y no sin alguna dificultad lo subió a la casa. Los abuelos, acostumbrados al mal carácter y capricho de la niña, nada dijeron de tan particular invitado (aquella noche, con ánimo conciliador, leerían en un diccionario zoológico todo lo referente a este mamífero, no sin cierto recato ante la palabra mamífero), y, con cuidado, apartaron los viejos muebles de la sala y le hicieron sitio (casi todo el espacio que ocupa en extensión la palabra sitio). Durante muchos años lo tuvieron oculto tal si se tratara de un prófugo en tiempo de guerra (en verdad sentían vergüenza de que los vecinos pudieran descubrir la relación del hipopótamo y su nieta, que no llegaban a aceptar del todo). Así, niña y animal fueron creciendo, haciéndose adultos secretamente. Solo de noche, el ruido del ascensor, incansable en la tarea de subir brazadas de hierba y tréboles, hacía sospechar a algunos vecinos que en aquella casa algo raro sucedía. Agotados por una convivencia tan ardua, murieron los abuelos, y la niña no tuvo ya ni freno ni pudor para insinuarse al hermoso hipopótamo, que era, al parecer, indiferente a sus encantos; y eso que nuestra intrépida protagonista había conseguido ser una gruesa y sana muchacha de la que apenas se podía deducir su antiguo aspecto humano. Y todo esfuerzo fue baldío, pues, fiel a su especie, el animal soñaba con una idealizada hembra de hipopótamo; en tanto que ella, adulta y solterona, exacerbada en su pasión aún más al ser rechazada, suspiraba mirando aquella inmensa mole suspirar.
Rafael Pérez Estrada. El muchacho amarillo.Barcelona: Plaza y Janés, 2000. pp. 57-58.